¿Os ha pasado alguna vez?…
Vas llevando el día a día intentando abarcar todo lo que puedes como puedes.
Parece que todo va bien, se sostiene. Algo llega de pronto y te tira un plato. Bueno ya está, seguimos. Un vaso, dos vasos… Los estaré cogiendo mal, voy a probar así a ver si… El juego entero de platos hondos a tomar por saco. Bueno ya está, no pasa nada. Ya está.
Pero no está.
Pues a mí me pasa… quizá un par de veces al mes (mes arriba, mes abajo…)
Nos metemos prisa por solucionar todo lo más rápido posible. Venga, ¡que hay que estar bien! Lo metes todo otra vez hecho un gurruño y sales a la calle a sonreír muy fuerte. Alegría, coño. Pero la mínima brisa te desata. Parece que te caes a un fondo de esos que hacía tiempo que no sentías.
Y tu pregunta: ¿Pero cómo he llegado yo hasta aquí?
Hasta que no se nos pone un enorme espejo enfrente nuestro, no paramos de correr. Y la ostia duele. Joder que si duele. Pero antes o después, llega.
Y todo por miedo. Miedo a verme bien de cerca, sin llevar puestas estas gafas que me aprietan. Miedo a fallarte, cuando tú lo único que me has pedido es que me tome otro Colacao, aquí contigo.
Miedo a no poder llevar encima todas esas cosas bonitas que queremos dar a los nuestros, cuando lo único que quieren es que vengas tú, con una mano en cada bolsillo y al ritmo que necesites.
Si yo aquí sentada estoy tranquila, mirándote. Viendo cómo llegas y lo consigues todo.
Te quiero ver alegre y te quiero ver triste. Comiendo bravas en mi terraza y saltando de putada en putadón. Te quiero ver.
No te fuerces en coger tantos platos a la vez. Sé que lo haces poniendo todo tu cariño.
A veces me obligo tanto a ser perfecta que llega un punto en el que casi no me reconozco.
Dudamos. Como cuando andamos con los zapatos de otra persona.
Así que descálzate y siéntate un ratito. Ponte a hacer esas cosas que te gusta hacer cuando estás en casa. Esas con las que te tirabas horas enfrascado desde bien pequeñito, y nadie te decía cómo hacerlas. Lo llevabas dentro.
Cuando te pierdas, no te alarmes. Estamos todos igual. A mí me ayudan tonterías como mirarme las manos. Joder, aquí estoy. Quería correr tanto que me estaba dejando atrás.
A menudo somos inconscientes de todo el peso que llevamos cada día, desde que ponemos la mente en marcha, y una gran parte ni siquiera es útil. Solo es eso, peso.
No te sientas mal por soltarlo un poco. Te dará más fuerza para seguir andando un ratito más y llevar más lejos aquello que de verdad merece la pena.
Bueno, qué coño. La alegría.
Gracias por escribirme :)
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